sábado, 25 de julio de 2009
Le Caravelle
Me despedí de ti en el aeropuerto. De regreso tome una breve colación y, para terminar de hacer el retorno lo menos triste posible, me dirigí al bar Le Caravelle de la calle Lavalle.
Entre al baño y, mientras orinaba, mire en detalle los azulejos blancos. Asombrado, comprobé que no había en ellos rastro alguno de graffiti soez. Demasiado para ser real: di vuelta la puerta del cubiculo, (pizarra preferida de la injuria banal), y allí, escrita en oscura fibra, una fecha futura y cercana, un horario crepuscular, la invitación formal al ritual anal.
Salí del cubículo y me lave las manos, subiendo mis ojos hasta el espejo, una svástica gravada con una punta en una esquina del cristal.
Un espacio público es, mimeticamente, lo que abriga en su seno. El usuario determina la función. Una simple letrina es a la vez el escenario de la libido de un alguien. Un lugar de reflexión. El escenario de una decisión crucial. Y mas comúnmente el limbo mental de una mayoría fantasmagórica.
Me marche,
Me marche velozmente y me perdí entre el gentío.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)