sábado, 19 de septiembre de 2009
anna
Soy padre. Soy padre.
Mi hija es un pequeña criatura de 50 cm de altura y 3 kilos y 560 gramos de peso, nacida el dia 5 de octubre del año 2009 a las 18 y treintaicinco minutos hora de Francia en el hospital de Soumur, una ciudad de, (según Sylvie) 50.000 habitantes, a dos horas de Paris.
Al momento de su nacimiento, me dieron la opcion de cortar el cordon umbilical que la unia a su madre, y lo hice; una especie de ritual moderno, con un significado ambiguo ligado a antiguos rituales magico-simbolicos (representando el hilo que separa el mundo de los nacidos del de los no-nacidos?)
Uno podria pensar, sin mucho esfuerzo creativo, en toda una simbologia de dimensiones concavas y convexas, en una infinita sucesion de gestaciones simultaneas sincronizadas en el grandioso vacio creativo cosmico.
Late, oh! Respira! Oh! Oh! Llora. Llora y respira y late en toda su sangre bullente. Y es tan voluptuosamente lleno de vida el momento que solo le permite a este cerebro expresarlo con palabras de segunda, mil veces dichas y erosionadas en su propia cursileria minuscula y marchita. De tal forma el evento me quiebra y me ciega.
Pero bullente y vibrante ella ahí esta hambrienta y gimiente y su vida en cada segundo explota en mil gongs de oro brillante e impoluto y cegador de belleza erizante.
"Impulso de dejar huella en el mundo que pasa. Huella en el sentido del dedo que se arrastra en la arena y abre un surco; que luego borrara el viento, el agua, el insecto o el ave rasante, (o la medusa, o el magnetismo terrestre). Y sigo labrando la materia y es el único modo que conozco de vivir y percibir las cosas plenamente, y la huella es un resultado accidental de la necesidad de mi dedo de sentir la arena caliente desplazándose en su yema. Pero que huella mas bella eres, hija mía del alma! La más bella y completa de toda huella que hayamos hecho, vida mía!"
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