viernes, 23 de enero de 2009

TRUCULENTO



Cada vez que veo un anuncio de una película, en este caso “Rudo y Cursi”, pienso, si yo no la vi, que la película fue un fracaso comercial.
Un resabio solipsista, seguramente, me hace pensar que soy una especie de termómetro del interés publico, pero luego vemos como los bañeros mas locos del mundo rompen taquillas, y hay que callar. No soy un termómetro del interés público.

Hay un policía en la esquina que siempre esta dando pena en los locales del barrio, comiéndose los biscochitos de la gente y tomando su mate, o intentando sacar alguna ventaja. Un policía. El tema es que por razones que no vienen al caso el tipo me llama “capo”, que es la forma que tienen estos imbeciles de llamarte idiota, o de mostrarte su respeto servil para, eventualmente, obtener una caricia en el lomo cual mascota babeante. Porque hay pocas cosas que le gusten mas a un policía que tener el favor y el cariño de aquellos a quienes, de corazón, consideran “capos”. Un verdadero asco. El tema es que yo lo veo a la distancia en mi trayectoria y lo que hago es evitarlo, aunque tenga que dar la vuelta a la manzana, (que es lo que acabo de hacer), y es así como hasta el día de hoy, solo me llamo “capo” unas tres veces. Muchas veces cruzo calles o me meto en tiendas para no saludar a la gente.

Hay un antiguo amigo de la familia llamado Leo al que, hace ya de esto unos ocho años, le regale mi mejor y mas grande pintura de entonces, laudada en el salón escolar y éxito de critica y publico. Eran unos brujos con faroles en sus manos brotando de la bruma, con largas barbas y túnicas. Dicho así puede parecer una autentica mierda, pero en su momento me gusto muchísimo, y al verla, este tipo Leo quedo fascinado, y rápidamente me recordó que le debía un regalo, que para ese entonces y siendo de yeso, habiase destruido por completo, así que le compense con esta pintura; y mucha fue su emoción y su alegría al subirse al colectivo con el óleo en sus manos.
Es así que, en visita sorpresa, pase yo por su casa tres años después, siendo el para ese entonces un hombre casado en busca de hijos. Y muy grande es mi sorpresa al ver sobre su cama una pintura en el estilo de Matisse, colgada orgullosamente, y con las medidas exactas del regalo que, tiempo atrás, yo le hiciera. De mas esta decir que el tipo había pintando la suya encima de la mia. Me contó que, no teniendo suerte en engendrar a su primogénito, y luego de probarlo todo, habían hallado en mi pintura la causa probable de su maleficio, decidiendo por ende exorcizarse pintándola arriba en singular ritual. Antes había sido abandonada en el sótano, agrego.
Una anécdota por demás curiosa, que pocos pueden contar. Verídica en su totalidad. Dolorosamente verídica.