miércoles, 22 de abril de 2009

Witold Gombrowicz


Los glúteos que subían y bajaban. La madrugada, la calle vacía de noche. Las dos mujeres que hoy al unísono contemplaron mi miembro. La gente y la información que emanan, que implican. Proctología y misterio.
Ahora en orden: la madrugada, la calle vacía esperando el amanecer, (la caminata solitaria, la visión onírica de los quioscos de revistas abiertos a las seis de la mañana, como si fuesen los únicos, los últimos habitantes de la tierra).
La fila en el hospital Argerich, el submundo que reúne.
Soy pobre y carezco de obra social; tengo dos lindos lunares color café en el tronco del pene, le aportan carácter, pero temí lo peor. Milagrosamente me atendieron en el día; el urólogo me derivo al dermatólogo y allí dos mujeres, una de unos treinta años y otra de unos cincuenta, revisaron mis genitales educada y afectuosamente, como quien revisa a un niño. Acontecimiento. Nunca antes había tenido a dos mujeres juntas frente mío contemplando mi virilidad. Me sentí cómodo.
Entre uno y otro turno fui a hacer tiempo en el bar frente al hospital, que se llama “bar Argerich”, le hice notar al mozo mi apellido; un mozo inconmovible al que logre sacarle una expresión de sorpresa sincera, humana. El resto del tiempo me trato como a un invitado especial, como a alguien famoso.

Se puede tener vocación de proctólogo? , entiendo la vocación para el resto de las especialidades, pero, seriamente, alguien algún día se da cuenta, (mirando quizás al cielorraso de su cuarto, con los brazos cruzados detrás de la cabeza) que lo suyo es revisar rectos por el resto de su vida?
En la sala de espera de dermatología, una mujer elegante hablaba por celular parada de espaldas a mi; su pantalón de vestir ceñido marcaba sus glúteos asimétricos, realmente llamativos; y una vez que captaron mi atención, la mujer elegante los tensaba, haciéndolos a la vez subir y volverse hacia dentro, y luego soltándolos brusca, temblorosamente. Así una y otra vez. Una y otra vez.

Hoy empecé mi diario íntimo. Ahí expreso en detalle mi parte oscura, sin temor de que nadie me juzgue por tal o cual manía sexual, por tal o cual acto atroz cometido durante la infancia a esa pobre chica que no tenía por que criticar como yo dibujaba las manos humanas. Como pudiste? Te perdono.

Nota aclaratoria para el lector: finalmente la medicina me dice que, por ser lisos, (sin relieve), y tan pequeños; y además por no mostrar cambios de tamaño a lo largo del tiempo, los lunares en mi tronco-pene no son cancerigenos o de naturaleza peligrosa, y no merecen mi atención, (o la de nadie mas). Del mismo modo que una bella mariposa, suspendida eternamente en una gota de ámbar, no deja de llamar nuestra atención en la corteza de un árbol petrificado, y despierta en un segundo nuestro hasta ese entonces dormido sentido de la belleza.

Fragmento de diario intimo.
Porque lo publico?
Auto humillación o exhibicionismo banal?

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